Friday, November 18, 2005

VERANO EN ALCÁZAR

Hablando de polis, Várvara y Teri, una vez tuve a una bien cerca.

La mejor forma de terminar el verano en aquellos años era en Alcázar de San Juan. Mis hermanos y yo siempre íbamos la primera semana de septiembre a pasar unos días con mi abuela paterna, que vivió allí hasta los últimos días de su vida, mi padre vino a Madrid con catorce años.

Pero yo a los catorce años me dedicaba a otras cosas muy diferentes que no eran buscarse la vida, como hizo mi padre en su momento. Era agitadora, contestataria e insolente; me vestía con falda escocesa, camiseta desgarrada, cadenas, y botas con punta de acero, tenía pinta de okupa pero no lo era, y la verdad es que nunca me había metido en líos, hasta aquel verano en que conocí a Alfonso en Alcázar.

Alfonso era el típico como yo, con pinta de okupilla y activista. Sus padres eran de Alcázar pero vivía en Fuenla, era un macarra al que no se podía tomar en serio aunque en el fondo era un gran tipo.

Alfonso me metió en un lío. Hasta entonces yo no bebía porque estaba en esa edad en la que uno empieza a probar de todo, así que empecé bien con la cerveza, los chupitos, los porros, una noche tras otra, sin pensar en nada más que la semana siguiente tenía que volver a Madrid para empezar las clases y me lo tenía que pasar muy bien. Alcázar estaba en fiestas, mis hermanos se movían por otra zona, menos Ramón, que de vez en cuando me vigilaba pero nunca se chivaba, yo era feliz y me pasaba las horas muertas tirada en el parque con Alfonso hablando de música, de fútbol y de política. Pero un día nos sacaron de allí a palos.

Una tarde aparecieron de la nada una serie de polis en el parque. Eran como diez tíos y una tía, pero ella era la que peor leche tenía; como estábamos todos fumando porros, se dedicaron a ponernos de drogadictos para arriba, nos pegaron con las porras y se nos llevaron detenidos y esposados como delincuentes a los veinte que estábamos allí. Yo estaba bastante desorientada, pero en un momento de lucidez, miré a aquella poli de pelo amarillo chungo teñido, tipo ojalá hubiera nacido rubia, y me quedé con la boca abierta… ¡Dios, era Silvia, la ex de mi hermano!

En el post con título SIE7E, hablé sobre aquella novia alcazareña que mi hermano Antonio se echó cierto día, que la invitaron a cenar a casa, no le gustaban nada los chistes de mi padre y al final se marchó… quién me iba a decir que esa chica profesora de autoescuela, tan apocada e inocente, iba a resultar ser la persona más vengativa con la que uno se puede encontrar.

Al llegar a comisaría pensé que nos iban a poner una multa y que iban a llamar a nuestros padres, pero nos metieron en cuartos separados y nos acusaron a Alfonso y a mí de encabezar una okupación cerca del cementerio. Pero por Dios ¿cuál okupación, si estábamos en el parque fumando porros? Yo no tenía ni idea de lo que me estaban hablando. Por lo visto Alfonso sí que lo sabía y por eso se nos llevaron a todos detenidos.

Después de un interrogatorio de lo más desagradable y hostil en el que conseguí convencer a la maleducada, desafiante y cuadriculada de Silvia, de que yo no tenía nada que ver con la okupación (aunque estaba a favor, pero eso no se lo dije), llamé a Ramón a casa de mi abuela para que viniera a buscarme, y para mi sorpresa Antonio le acompañaba.

Antonio preguntó por Silvia y allí salió ella, con ganas de echarle en cara muchas cosas. Se metieron en un despacho mientras Ramón y yo esperábamos sentados cerca de la puerta de salida. La conversación que tuvieron a puerta cerrada empezó a gritos y escuchamos todo desde fuera. Lo más relevante fue:

ANTONIO: Mira tía, si te quedaste traumatizada porque te dejé no la pagues con mi hermana, ¿te enteras?.
SILVIA: Tu hermana tenía la misma culpa que los demás de lo que ha pasado.
ANTONIO: Silvia, si no eres capaz de hacer bien tu trabajo, a lo mejor es que deberías haber seguido siendo profesora de autoescuela.
SILVIA: Ya…¿Tú crees que entre tú y yo puede haber algo aún?.

Antonio salió del despacho dando un portazo y nos marchamos de allí. Todo estaba claro: simplemente, cuando mi hermano rompió con ella, se volvió loca, dejó la autoescuela y se metió a poli. Vale, no sólo habían sido los chistes de mi padre lo que había hecho que la relación no funcionara. Silvia se obsesionó de tal forma que decidió pagarlo conmigo, con la persona más inocente de la familia… Por fortuna, lejos de funcionar, su plan fracasó estrepitosamente y se convirtió en la peor policía de la historia.

Mi hermano nunca quiso hablar de lo que pasó en la comisaría del Paseo de la Estación de Alcázar. Desde entonces ha olvidado lo que es salir con alguien.

Thursday, November 10, 2005

ROCKAWAY BEACH FOR ME, HEARTBREAK HOTEL FOR YOU


En verano me encontré de repente con una serie de ataques de ansiedad. Se repetían cada noche y de nada me servía quedarme hasta las tantas cosiendo, cocinando o leyendo porque no podía calmarme. En cuanto me metía en la cama los ojos se me salían de las órbitas y el corazón de las costillas; empezaba a sudar y a dar vueltas en la cama y cuando despertaba tenía la impresión de haber dormido diez minutos.

Es que me daba cuenta de que algo grave iba a pasar y que no estaba a salvo sola en esa casa.

Hacía ya seis meses que ese individuo había salido de mi vida dejando un rastro corrosivo y retorcido. Vamos a decir que las razones no se limitaron a que a él le gustara el metal noruego y a mi el hardcore californiano, o que se negara a ir de copas por el barrio de Salamanca por su amor a Malasaña (Qué mania!). Era un tipo violento y aunque yo le dejé, él no me dejó a mi. Le dije que no quería volver a verle, pero más de una vez hizo llamadas y visitas inoportunas, además de incursiones a mi casa cuando yo no estaba.

Incursiones a mi casa cuando yo no estaba. Él mismo se aseguró de delatarse por ciertos detalles como la desaparición de la botella de whisky. Una de las noches de julio que volvía tarde del ensayo con Los Punsetes, fui a tirar de la botella; no era algo habitual, pero en ese momento me apetecía un trago. No estaba en la nevera. Empecé a buscarla desesperadamente por toda la casa pero no apareció. Me puse muy nerviosa.

Yo a él nunca le di copia de las llaves de mi casa pero había entrado allí.

Llamé a una amiga que vivía cerca. Ella trató de hacerme entrar en razón porque aquello sonaba muy raro ¿él había entrado en mi casa sin llaves a por la botella de whisky y se había ido echando el cerrojo…?. Me hizo ver que quizá me había bebido la botella yo sola en un intento histérico de olvidar. Podía ser. Mi amiga se ofreció a acompañarme, pero de pronto me sentí tan ridícula que le agradecí su ayuda y me metí en la cama mordiendo las sábanas. Esta vez me dormí.

Pero un ruido me despertó a las 3.30 de la madrugada. Alguien hurgaba en la cerradura. Me cubrí la cabeza con las sábanas. La llave por fin entró. Me pegué a la puerta y como una estúpida traté de razonar: “¿Quién es?”. Él estaba al otro lado de la puerta y con un tono bastante descortés me exigía que abriera la puerta para que habláramos. “Te dije que no te quería ver más ¿cómo te lo tengo que decir para que lo entiendas?”. No sé por qué dije aquello; se puso furioso y siguió forzando la cerradura. Pero la llave no giraba. Me escurrí hasta el suelo y empecé a llorar. Sabía que había llegado el momento de llamar a la policía y le di un ultimátum.

Pero esa tristeza que me asolaba cambió, y de pronto empecé a sentirme enorme, crecí, y mi tamaño aumentó tanto, que cuando abrí la puerta sin pensarlo, ese imbécil me llegaba a la altura del abdomen (y eso que él medía casi 1.80m). Salió corriendo muerto de miedo al ver aquella imagen.

Pocas horas después, cuando desperté, estaba tumbada en mi cama. Una sensación de paz me invadía. Lo único que quería era dormir.

De aquella noche sólo conservo la tranquilidad de saber que él no ha vuelto a merodear por mi propiedad, y también unas estrías muy raras que me han salido por todo el cuerpo.

Thursday, November 03, 2005

EXTIRPACIÓN


La semana pasada me operaron, me extirparon un Zooxanthellae Dinoflagelado del pie izquierdo. Estoy bastante molesta porque no puedo hacer ciertas cosas como jugar al fútbol o conducir, por esa razón me estoy dejando el sueldo en taxis.

Antes de todo esto yo no cogía muchos taxis, y además no me gustaba nada hablar con los taxistas porque me había generado un prejuicio estúpido sobre ellos: hombres grises, con pelo gris y chaleco gris, con poca conversación y más bien secos. Y todo mentira. Precisamente cuando estaba en proceso de abandono del estúpido prejuicio, y me había propuesto ser agradable y darles conversación, uno de los taxistas me habló sobre las palizas que recibieron él y sus colegas en el año 68 en la universidad por parte de…los grises, exultante coincidencia.

Normalmente empiezo la conversación con el taxista hablando sobre la tragedia que ha sido perder algo que empezaba a formar parte de mi, pero trato de no darle importancia tipo: “Es que, sabe usté? Me han operado del pie y no puedo conducir, por eso voy en taxi.” Es eso: trato de no magnificar este terrible suceso porque temo caer en una depresión, así de crudo.

Hace poco más de un año empecé a sentir una molestia en la planta del pie izquierdo y al mirar me di cuenta de que tenía un bulto auténticamente parecido a un coral, me quedé atónita. Con el paso de los meses ese extraño ser cobró vida, creció y le salieron unos ojos al final de cada brazo, unos ojos que me miraban tiernamente. Sin darme cuenta me encontré hablando con el coral, le ponía música y bailaba, le contaba mis movidas y parecía que me entendía, me sentía tan protegida… Nunca le hablé de esto a mi dermatóloga por miedo a que me mirara como a un bicho raro, o que intentara hacer experimentos conmigo, quita quita! Y terminar en un museo como especie desviada de la naturaleza. El coral y yo conectábamos aunque a veces me hiciera daño al pisar, pero aún así no quería deshacerme de él.

Hasta que un mal día discutimos. Fue por una tontería. Llegó el verano y en esa época los pies son mucho más visibles, por eso evité utilizar sandalias para ocultar a mi nuevo huésped. Yo lo hice para no delatarle, pero él me exigía que usara sandalias, y que si no lo hacía sería porque probablemente estaba avergonzado de él.

Me hizo sentir tan mal que rescaté todo el calzado de verano y probé, pero me dolía al pisar, me sangraban los pies...era una tortura de las buenas. Me pregunté si valía la pena sufrir tanto por alguien que te exige que hagas las cosas a su manera. La respuesta fue que no; si había vivido sin él hasta ahora podría hacerlo en el futuro, así que pedí hora con la dermatóloga; a mi nadie se me pone farruco, y menos alguien que estaba ahí de prestao.

A pesar de haber visto muchas barbaridades en su vida, la doctora me miró asombrada: “Pero hija, cuánto lleva eso ahí? Hay que extirpártelo ipso facto”. Tuve que quitarle el bisturí eléctrico de las manos porque poco más y me lo quita en consulta!!…se le puso una cara de psicópata… La semana siguiente me encontraba en un quirófano rodeada de cinco doctores que me miraban con compasión y me hablaban con las bocas tapadas por sus mascarillas, pero la anestesia total hizo efecto enseguida. Antes de operarme me hicieron firmar un documento en el que donaba el Zooxanthellae dinoflagelado a la ciencia, al parecer no hay muchos casos de este fenómeno en el mundo así que accedí.

Todo salió bien, pero no puedo evitar echar de menos a mi compañero el coral y los ratos que pasé con él, las cosas que le conté y las que no le conté... sólo sé que él ya no está aquí conmigo, es que me siento tan mal…