Monday, November 27, 2006

SINOSUKE KAIMONO USAGI


En Ciudad Juárez en el año 1975, un mariachi llamado A. Prada decidió dar un giro a su vida. Estaba cansado de la solana mexicana, del sombrero redondo, del tequila, de los mojitos, de los nachos, de Frida Kalho y del guacamole, de la policía norteamericana, del contrabando y de la Universidad de Guadalajara, de la Catedral de Ciudad Juárez, de la Virgen de Guadalupe, de los indígenas huastecas, de Pablo Montero y de Luis Miguel, de los caballos, los ranchos, las galas…A. Prada empezaba a sentirse fuera de lugar y descontento con su trayectoria personal y profesional; su juventud y su fe cristiana empezaban a caer cual canicas en mesa redonda y decidió emprender un viaje a Japón, antes de que fuera demasiado tarde.

Aunque geográficamente la gris, electrónica y asfaltada Okinawa estuviera lejos de su rojizo y dormido México natal, aunque considerara a los japoneses extraterrestres de hablar raro, de andar apresurado, de comer insípido y de reverencia constante, A. Prada empezó a sentirse cómodo porque precisamente estaba buscando un contraste. Cuando le entraba la nostalgia, miraba a las geishas que destacaban por las calles con sus kimonos ricos y vivos, y recordaba los trajes típicos de las mujeres mexicanas; en ese momento su expresión se volvía amable de nuevo. Y de repente fue feliz y decidió quedarse allí una larga temporada. Y tradujo su apellido al japonés para entenderse mejor con la gente: Kaimono.

Y abrió un negocio. Y buscó una mujer para que le ayudara. Esa mujer se llamaba Akeru Usagi. Jamás le miraba a los ojos, sus sonrisas podían medirse con escalímetro; era tímida, hermética, sumisa, trabajadora y sobre todo muy bella. Y el señor Kaimono se enamoró de ella. Y no tardó mucho tiempo en darse cuenta de que ella también lo estaba desde el momento en que le vio. Así que se casaron.

De su unión nacieron tres hijos. Al primogénito, varón, le dieron el nombre de Sinosuke, que traducido al español viene a significar Gonzalo. Nació un cuatro de enero de 1978, después de un parto largo y lleno de complicaciones. El bebé venía con dos apéndices y ejecutaba movimientos de cadera impropios de su desarrollo fetal. Este hecho confirmó la posterior inquietud de Sinosuke, que no hacía sino dar guerra a sus padres, que no hacían carrera de él. Lloraba, pataleaba, se quejaba y sólo quería ver la tele y beber sake con su padre, que hacía ya tiempo que había abandonado cualquier costumbre mexicana, incluyendo comidas, religión, y casi el idioma . Después vinieron dos niñas que apaciguaron la casa a la que aquel terremoto había ido a parar.

A pesar de la manía del Señor Kaimono a los Estados Unidos, Sinosuke no paraba de ver películas americanas de las míticas de los 70; estaba fascinado con ese país tan lejano y no hacía sino repetir las frases que decían los machitos de discoteca, los bailongos de la pista, los galanes de tupé y pantalón acampanado: “Oh yeah, babe”. Fueron sus primeras palabras, y ni siquiera eran en japonés o español.

A los ocho años, a Sinosuke se le diagnosticó hiperactividad, y la familia desesperada, decidió mandarle al mejor internado del mundo, que estaba en Cáceres, España. Allí tradujo su nombre al español: Gonzalo Prada Conejero, creció, adoptó el acento extremeño que hoy le caracteriza, abandonó la televisión por la literatura y la poesía, se dejó bigote, se interesó por la política y se aficionó a las cañas, al Dyc con Coca-cola, al cochinillo y al tabasco (aborrecido por su padre), pero los prontos, los chillidos repentinos, la manía de subirse a las mesas en el comedor del colegio para exclamar el nombre de la chica que le gustaba, esa actitud bizarra, continuó como marca de la casa.

Gonzalo hizo grandes amigos en Cáceres que le aceptaron tal y como era, con sus virtudes y sus defectos, pero era hora de marchar a Madrid para estudiar una carrera. Eligió Imagen y Sonido y fue directo a la Universidad Complutense. Allí le extrajeron de urgencia uno de sus apéndices y siguió cultivando su particular forma de ver la vida, consiguió que la gente le amara, le idolatrara e incluso le propusieron hacer un grupo.

Gonzalo es hoy el bajista de Los Punsetes y ha escrito un tema para el grupo titulado Tetas y cañas de pescar, que todavía no ha visto la luz, es capaz de hacer que suene veinte veces seguidas en su iPod el himno del Partido Popular mientras sonríe de complacencia, puede imitar a José María Aznar hablando en mexicano cuando el político dio un discurso en México. La serie de dibujos animados japonesa Shin-Chan se inspiró en su infancia y hoy es un éxito mundial. Gonzalo se ha pasado hoy al gin-tonic, durante el día no se quita las gafas de sol de estilo Eugenio (por su amor al desaparecido humorista), utiliza la palabra “coctéles” cuando quiere decir “tomar algo”, ha mejorado su movimiento de cadera hasta convertirlo en una pequeña coreografía imposible de imitar y ha añadido texto a la frase que le hizo ser quién es “¡¡¡Oh si, nena, mira cómo la tengo!!!”. Gonzalo ama el Carrusel deportivo, cena como un bendito y duerme plácidamente todas las noches… y se siente profundamente cacereño, pero no puede negar que en el fondo es medio mexicano medio japonés…pregúntenle.