Sunday, November 04, 2012

M.O.



Si eres chica y te encuentras con M.O. por la calle seguramente te sentirás abrumada. Aunque esté en la acera de enfrente, cruza para darte un abrazo efusivo y preguntarte cómo te va la vida, con su mejor sonrisa y en un tono tan alto, que la gente que pasa se gira y todo. Incluso si te vio anoche… es un comportamiento fuera de lo común hoy en día, porque la mayoría de las personas se hacen las locas, seguramente por pereza. Con los chicos. M. O. no tiene esta actitud. Les da la mano como hacen siempre entre ellos y punto. Y conmigo, a pesar de ser chica, no lo hacía nunca. Pero yo lo estropeé todo. Fue mi culpa

Recuerdo las primeras veces que M.O. empezó a salir con nosotros allá por el 2006. Era un tipo alto vestido de rapero, amigo de la adolescencia de Ávila de Topor. Pero un día sucedió algo que marcó la relación entre M.O. y yo. Topor es una persona que no pierde nunca los papeles, y yo me considero bastante observadora y con mucha memoria, pero no hay nada peor que me hablen en abstracto. Antes de que M.O. empezara a salir con nosotros de forma habitual, Topor me había hablado de su pandi de Ávila. Jeeesús! tenía tantos amigos y con unos nombres tan raros que era imposible recordarlos a todos, así que cuando me contaba cosas sobre sus amigos, yo asentía y me ponía a pensar en mis cosas. Incluso creo que antes del 2006, coincidí con M.O. en alguna fiesta de la residencia de estudiantes de Topor o un evento por el estilo. Fueron como unas diez veces, pero nunca me lo presentaron ni hablé con él. Esto de no prestar atención lo pagué caro porque fue la primera vez que vi a Topor preso de la furia y con los ojos inyectados en sangre.

Una noche de viernes, en el citado año 2006, estando en nuestro bar de referencia, La Via Láctea, observé que entre mis amigos había un chaval desconocido hablando animadamente con todos los componentes de mi grupo. Al principio pensé que era el típico espontáneo que al final se te acopla toda la noche, pero el caso es que no vi a nadie incómodo con su presencia. Quién era ése? No pude más con la intriga y me llevé a Topor a un aparte. Mirándome incrédulo y esbozando una sonrisa, me preguntó que si le estaba vacilando. Cuando me dijo que era M.O. y yo me encogí de hombros, perdió auténticamente los papeles y me dijo que era su amigo madrileño de Ávila, que le había visto mil veces y que ya estaba bien, que cada vez que le veía le preguntaba (y encima puso voz de señora con voz de pito para tratar de imitarme, cosa que además de no corresponderse, es que yo no hablo así) “Quién es ése? Quién es ése?” y que ya estaba harto, que a ver si era la última vez que le preguntaba. Como ni yo ni nadie le habíamos visto así jamás, de repente todo el mundo estaba mirándonos con ojos de huevo. También M.O., que dijo en voz alta: “Qué paciencia tengo que tener…” a la vez  que me dirigía una mirada especialmente inquisidora porque acababa de descubrir que nunca le había prestado la menor atención -a pesar de ser un tipo altísimo y llamativo- al mejor amigo del que después se convertiría en mi mejor amigo, qué desastre, qué mal. Miré al suelo y con cara de pena le pedí disculpas a Topor. Nos quedamos hablando un rato y me contó detalles sobre la vida de M.O. Si; M.O. no es su nombre real, pero curiosamente estas iniciales coinciden con algo que cambió su vida para siempre. Es un nombre secreto que yo me inventé para intentar arreglar las cosas y que después de aquel incidente le arrancó alguna sonrisa, porque desde ese día noté que seguía dando abrazos a las chicas cuando las veía, mientras que yo tenía que conformarme con que me diera la mano.

M.O. nació y vivió hasta su adolescencia en Moratalaz. Le encantaba Madrid, no podía negarlo. Era rubio, todas las vecinas le hacían carantoñas. Además sacaba muy buenas notas. Cuando se iba de vacaciones a Galicia con sus padres, la gente les preguntaba que si era alemán o extranjero, y M.O. que siempre ha sido un chico avanzado para su edad en todos los sentidos, y además siempre le ha encantado vacilar a la gente sin que se note, comenzó a aprender alemán en secreto con los cursos de idiomas Planeta DeAgostini. Eran unas cintas amarillas que compraba en el kiosko los fines de semana.  Así soltaba alguna frase bien dicha ante el asombro de sus padres y los curiosos que preguntaban. Esa fue la primera de sus extravagancias. Más tarde, y con motivo de sus vacaciones en Galicia, adoptó cierta forma de hablar que terminó pegándonos a todos y que hoy en día perdura. Las ese finales de las palabras las convertía en erres. Tenía una frase de cabecera en concreto que no entendíamos y que no paraba de repetir porque le hacía mucha gracia: “Hecho por mir manor, cosa buena!”  Cuando llegó a la prepubertad se echó a perder un poco, le dio por vestirse con la ropa muy ancha y empezó a juntarse con lo peorcito del barrio, en concreto con un rapper que llevaba coleta que luego le dedicó una canción que se convirtió en un éxito sin precedentes. Se titulaba “M.O.”. y hablaba de Moratalaz, su barrio. Ante semejante cambio, y por miedo a que la situación fuera a peor, los padres de M.O., que eran informáticos y de aquí su experiencia en la materia, decidieron trasladarse a un lugar más tranquilo, es decir, Ávila.

Fue aquí donde M.O. conoció al siniestro y cinéfilo Topor, que por ser el nuevo del insti, y Topor una buena persona, un sábado le invitó a casa con más amigos de clase a una sesión de cineclub. Vieron “Orca, la ballena asesina” y esto quedaría grabado en sus mentes con cariño. Topor  le animó a vestir ropa más estrecha y a desradicalizar sus formas. No es que M.O. se quitara de rapero, pero tiempo después de su llegada le encontrábamos escuchando Oasis, Kraftwerk y grupos más normales de la gente de su edad, y hoy en día hemos conseguido que lleve pantalones piquillo. Compartieron su pasión por la música y el cine y a partir de entonces se hicieron inseparables y hoy en día se siguen llamando “Rey.”

Con respecto a nuestra relación, fue mejorando con el tiempo. Yo sabía que lo que había hecho no tenía nombre y que él necesitaba tiempo para conocerme y saber que mi único error había sido el despiste. Y así fue, espontáneamente fue iniciando un acercamiento. Hoy hace dos años que me preguntó si me podía besar la mano. Yo contesté que si.

5 Comments:

Anonymous Dneu said...

Yo contestastes que sí.

12:59 AM  
Blogger Unknown said...

Ayyy <3

2:03 AM  
Blogger Tamara said...

que bien describes, casi cuesta saber si MO era una amiga tuya o es fruto de un relato fantástico.

Es la primera vez que entro a tu blog, y me quedare a dar una vueltecita. Un besazo.

10:15 AM  
Blogger Unknown said...

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5:33 AM  
Anonymous Camisetas de futbol baratas said...

Oportunidad de ver su artículo, me siento que me gusta mucho su estilo de escritura. Realmente eres un escritor excelente.

1:22 AM  

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