Wednesday, January 11, 2006

¿HABÉIS SIDO BUENOS?


Yo de pequeña era una santa, como la niña que está en la foto. Vale, la niña de la foto soy yo a los siete años, pocos meses después de que mis padres pillaran a Ramón y Mamen en la cama. Aún me pregunto cómo una persona puede cambiar tanto, porque ahora soy mala, más mala que la quina, según mis padres.

Al ser la hermana pequeña, todo el afán de mis padres era que bajo ningún concepto yo me enterara de que los Reyes son quien son, por lo visto tenían a mis hermanos amenazados de muerte: “Si la niña se entera os quedáis sin reyes, ¿estamos?” era la única manera de que mis hermanos no me descubrieran una de las verdades más crueles de la vida de los adultos, el primer paso para que un niño pierda la inocencia. Una vez que te enteras de que los Reyes no son quien tú creías, empiezas por dejar de creer en la magia, más tarde haces porque todo niño que no lo sepa se entere, luego mangas caramelos en las tiendas, pegas a tus hermanos, mientes a tus padres, traes malas notas, te niegas a ducharte, te haces jevi, después punki, llegas a las tantas de la noche y borracha todos los días, te detiene la policía, y cuando llega el momento de independizarte te preguntas por qué tu madre llora y tu padre no está conforme…

Mentiría si dijera que yo sospechaba que había algo más detrás de aquel misterioso secreto. Cuando se acercaban las fechas navideñas, mis padres siempre habían cumplido conmigo el famoso ritual de recordarme que debía ser buena, que no debía pedir demasiadas cosas; íbamos a echar la carta, luego al centro de Madrid a visitar a los Reyes, y la noche de antes todos dejábamos nuestras zapatillas en el salón y preparábamos las copas y el turrón para los Reyes y el agua para los camellos. Siempre me iba pronto a la cama y me dormía en seguida, no tenía interés por curiosear lo que pasaba en el salón. A la mañana siguiente todo estaba repleto de regalos (porque me había portado muy bien durante el año) y la ventana entreabierta. Ese día era el mejor del año.

Mis padres siempre sabían qué responder a mis preguntas sobre los Reyes, se habían inventado una historia tan bien contada que me la tragaba enterita. Por ejemplo: a los Reyes les daba tiempo a ir a todas las casas porque paraban el tiempo, nunca se equivocaban de regalo porque para eso eran Magos, y lo más importante, nunca se morirían.

El día de la foto había ido a Cortilandia y estaba sentada encima de Baltasar, mi Rey favorito. Unos días después mis padres me prometieron que iríamos a ver la cabalgata del día 5. Para mi era algo especial porque era la primera vez, ellos nunca podían llevarme porque trabajaban y mis hermanos pasaban de mí, así que siempre la veía por la tele.

Aunque lo cierto es que…mejor hubiera sido verla ese año por la tele también, porque fue bastante desagradable. Mis padres citaron a todos mis hermanos en el centro para que fuéramos a ver la cabalgata todos juntos. Recuerdo que había mucha gente, muchos niños, que caían caramelos por encima de la cabeza de la gente, y que veía más bien poco las carrozas aunque Ramón me subió a caballito, pero lo estaba pasando bien. Hasta que unos graciosos estudiantes de imagen y sonido, que estaban detrás de nosotros, entre los cuales había uno que se llamaba Ricardo (lo recuerdo porque lo llevo grabado nítidamente en mi mente) empezaron a gritar: “¡Los Reyes son los ……!”. Ha!. Miré a mis padres y hermanos, incrédula, buscando una respuesta a tan cruel confesión, a tan tremendo chasco, a tan espantoso descubrimiento, pero mi familia se quedó helada y nadie (y eso que había nueve personas) fue capaz de decirme algo así como: “No te lo creas, que es mentira”.

Reaccioné con un espectacular ataque de angustia, me puse a llorar como una histérica y me tuvieron que sacar de allí. Nadie volvió a hablar de aquello, ni se preocuparon por aclararme las cosas. Mis hermanos eran incapaces de decirme nada porque estaban amenazados de muerte si hablaban sobre el tema, pero mis padres tampoco hablaron conmigo de ello. ¿Y ahora dicen que soy más mala que la quina?.