Monday, March 26, 2007

JORJA Y ARIADNO

“Si no te diriges a mi oso como oso y dejas de llamarlo rata, voy a empezar a pensar que no me tienes respeto”. Las palabras de Chifoo retumbaron en los oídos de Ariadno como agua de mar inundando los camarotes del Titanic el seis de marzo de 1912.

Ariadno miraba una y otra vez ese “oso” recién tatuado en un lugar visible del brazo de Chifoo, y le seguía pareciendo una rata con ánodos cátodos y filamentos colgando, que hacían de ornamento. Ariadno estaba impaciente por saber la razón de aquel tatuaje, pero su muy buen amigo se ponía de un misterioso con el tema que Ariadno disfrutaba picándole.

Chifoo era su muy buen amigo, porque se conocían desde hacía mucho tiempo. Habían estudiado juntos aunque en diferentes cursos, la carrera de Imagen en la Complutense. Los dos compartían ese rechazo hacia sustancias nocturnas que dilatan las pupilas, ponen la boca a correr como una máquina de escribir y desatan comportamientos extraños como asegurar la verdad sin que se pida. Compartían también el veganismo straight edge, el hardcore y los refranes, pero Chifoo siempre era más avispado para aplicar las expresiones en el momento adecuado. Sus preferidas eran: “Que tó los males sean esos” y “Luego pagamos justos por pecadores”.

Chifoo era de ascendencia chinoargentina, se vestía con pantalones con el tiro por las rodillas. De una de sus trabillas colgaba un manojo de cientotres llaves con el que montaba un escándalo de padre y muy señor mío cada vez que caminaba. Llevaba zapatillas New Bacalance y camisetas molonas con grupos jarcóres conocidos en su casa a la hora de comer. Tenía flequillo y alitas, y una anilla en la nariz tipo búfalo. Tocaba el bajo en un grupo y tenía un puñado de amigos asturianos. A pesar de todo esto, era buena persona y siempre estaba muy sonriente.

Chifoo vivía con Jorja, una chica que estudió en clase con Ariadno, pero durante esos años de Facultad no dejó de ser una chica pálida y tímida que pasaba bastante desapercibida y que además estaba fuera de circulación porque tenía novio. Sin embargo Ariadno era el típico que todas tenían fichado porque estaba bastante bueno y cachas.

Cuando Ariadno vio a Jorja en casa de Chifoo en una de esas visitas semanales que acostumbraba a hacer a su muy buen amigo, no la recordaba. Esa chica había cambiado bastante, se había convertido en una moderna que no paraba en casa. Ariadno no se explicaba dónde había escondido esas piernas delgadas y largas, que ahora enseñaba debajo de la minifalda. Actualmente se pintaba, se ponía pendientes, incluso iba un poco de sobrada de actitud, por lo menos con Chifoo. El flechazo fue mutuo e instantáneo y estuvieron charlando un buen rato.

Chifoo se dio cuenta de que su amigo se había quedado impresionado con Jorja , así que bromeó con él: “Ten cuidado que ésta cada finde se trae uno a casa…”. En vista de esto, Ariadno se forjó una idea equivocada en su mente: que esa chica era inaccesible.

Ante la falta de decisión de ambos, sobretodo de Ariadno, Chifoo decidió organizar una fiesta en casa a ver si los tortolitos rompían el hielo de una vez. Estaba en medio de ambos y continuamente escuchaba frases procedentes de Jorja, que con una sonrisa de labios rojos le decía:”¿Tu amigo Ariadno no venía hoy?”, o de Ariadno mirando al suelo: “¡Vaya! Jorja ha salido muy pronto hoy de casa, ¿no?”

Ya en la fiesta y fingiendo decisión, Jorja hizo los honores y empezó a hablar con Ariadno. Hizo chistes sobre la secta straght edge para parecer simpática y poco después se podía observar desde fuera que estaban muy cómodos hablando y que no necesitaban a nadie más, Chifoo estaba orgulloso de su hazaña.

Estaban a punto de darse un beso cuando alguien gritó “¡¡UNA RATAAAAAAAAA!!”. Los dos se desmayaron en el acto y al despertar habían olvidado el grito de la histérica de turno por un roedor de nada, pero de la conversación no se olvidaron, así que el beso tardó en llegar, pero llegó algún que otro día más tarde.

El domingo pasado, Ariadno se despertó en casa de Jorja y por la mañana se encontró en el salón a Chifoo poniendo a secar sus New Bacalance en la calefacción. Le preguntó qué tal su oso. Por primera vez estaba mostrando respeto hacia su tatuaje. Chifoo se puso serio, y sin dejar su tarea, le contó la historia del roedor avasallador, y Ariadno, echándose las manos a la cabeza, comprendió que ese tatuaje era un homenaje.