Friday, December 07, 2007

TODO SOBRE MI HIJO


La semana pasada mantuve una conversación telefónica con Velasco Broca sobre cinematografía, creación, parodia e inventiva. En cierto momento, él dijo algo así como: “¡¡El relato podría llamarse Todo sobre mi hijo!!” y a los dos nos salió una carcajada escandalosa propia de persona mala en momento de crítica mordaz.

Esa charla me hizo pensar que debía hacer algo por alguien. Tengo un buen amigo y siempre hemos estado muy unidos, pero hace ya tiempo que noto su distanciamiento; me da largas los domingos cuando le propongo ver una peli en formato DVD, me da calabazas los sábados cuando le animo a que se venga a tomar algo, me pone excusas cualquier día cuando le pido que me enseñe su nueva casa…odio la frialdad.

Una buena forma de volver a acercarme a él fue que, aprovechando que dijo que ese fin de semana se iba a su hometown, le pregunté que si me invitaba y de paso me presentaba a su madre. De un tiempo a esta parte hemos estado bromeando con el tema de que sentía gran interés por conocerla.
Curiosamente afloraba en mi este sentimiento profundo de abandono por parte de mi buen amigo cuando salíamos por la noche y él se diluía entre la multitud del trasnoche. Le perdía de vista y cuando lograba encontrarle de nuevo, sólo se me ocurría decirle, con cierto tono sentimental: “Preséntame a tu madre. Con tu madre quiero yo tener una charlita”.

Obviamente, mi buen amigo no me creyó capaz de hablar teniendo a su madre delante, pero una vez que él me confirmó que me invitaba a su hometown, yo iba decidida a contarle todo. Sin contemplaciones.

Llegamos a su familyhouse y allí estaba su madre esperándonos, una señora con más pinta de buena mujer que él de buen amigo. Pasamos dentro y me presenté: “Soy RRR. Encantada señora, su hijo está coqueteando con las drogas”. La madre enarcó las cejas del susto, sin embargo sintió la extraña sensación de estar escuchando algo que era cierto. Mi buen amigo se echó las manos a la cabeza, no sabía si reírse o llorar de los nervios. Un calor general le invadió el cuerpo. Se le agolparon muchas cosas en la mente: el final de la relación madre-hijo, los spam que le mandaba su madre, las melodías de Los Bocheros, y se quiso morir, supo que era el final.

La madre de mi amigo no me conocía de nada y sin embargo creyó oportuno escucharme a mi y no a su propio hijo. Sólo me dijo “Habla” con cierto aire de preocupación. “Verá señora, es que desde hace unos meses su hijo quiere probar cosas nuevas que no son el alcohol y está descubriendo la faceta más sombría de la noche madrileña. Yo intento que vaya por el buen camino, pero no me hace caso”. Mi buen amigo se frotaba la cara con las manos con un gesto muy típico suyo que denota cabreo inmediato. “Ya he llegado a un punto en el que me da igual enemistarme con él, no me escucha y cree que es un mundo divertido, pero yo sé que no lo es, y me extraña que empiece a probar esas cosas con la edad que tiene, porque si lo hubiera hecho antes, todavía, pero…”. Mi buen amigo estaba en ese punto en el que había cruzado los brazos y me miraba atentamente con cara de rabia, como indefenso y sin argumentos.

Yo estaba convencida de que esta era una manera drástica de romper el proceso de enganche, así que no considero haber hecho nada mal, por lo que hice a su madre un resumen de algunas de las noches más destacadas, en las que di cuenta de todos los detalles de lo que había sucedido. Mi buen amigo no pudo contenerse más y explotó: “¿Por qué no te callas?”. A la paciente madre se le llenaron los ojos de ira y le gritó: “¡Castigado a tu cuarto!”.