NOCHECITA TOLEDANA
“Topor: haz el favor de vestirte y bajar, que nos vamos de putas, invito yo”. Al otro lado del portero automático sonó una carcajada telefónica de ésas de cuando le hace verdadera gracia algo. Yo estaba en serio y en su portal, me había presentado sin avisar aquel viernes a las diez de la noche, y no pensaba moverme de allí hasta que bajara, pero como era de esperar su voz cambió y enseguida lanzó una disculpa: “Creo que no voy a salir hoy…”. Como me había preparado para su negativa, hice un ataque directo: “¿Ya estás otra vez con el FIFA, cabrón? Ábreme la puerta, por favor, que voy a subir”. Topor no se sentía con ganas de luchar esa noche, y menos mal, me abrió.
Me recibió con unas ojeras hasta el suelo y sujetando el mando ése de jugar al FIFA. Otra vez practicando gayumbismo. Su expresión mostraba culpabilidad, nostalgia y quejicosidad, yo creo que en el fondo quería que le sacara de ahí. Le pregunté que si me iba a hacer el feo de no venir. Topor entró en su habitación, apagó el ordenador y se empezó a vestir sin quitarme ojo, como incrédulo y a la vez con carita de cachondeo. Intenté mostrarme firme: “Venga, que tengo el Jaguar mal aparcado y todavía hay que ir a buscar a estos tres, vete llamando a Vladimiro Preminger mientras” pero en seguida le dio la risa otra vez, no sé si por lo de las putas o por lo del Jaguar.
Claro, que cuando bajó y lo vio en todo su esplendor aparcado enfrente de su portal, enarcó las cejas y sacó el móvil, Topor me conocía y de repente supo que no era otro de mis vaciles. “Señor Preminger, deje sus cosas que esta noche la niña nos invita a unas putas”.
Dejé a Topor en el coche y subí a la nueva casa del Sr. Preminger. La habitación estaba llena de humo de cigarro y al pie de su sillón descansaban sus queridos canes Otto y Tango. Leía con luz baja un libro titulado Juegos florales, Pemán y periplos rosales de un tal Trussardi. Ante mi propuesta abandonó la tranquilidad que le caracteriza y alzando el tono de voz, me dijo: “¡Ay campanera! ¡Este plan me parece una chuminada y de lo más pueril!”. Después se calló y bajó conmigo obediente.
J. estaba en su habitación probabando su nuevo sintetizador comprado a cierto hombre al que ama. No pudo evitar frotarse las manos y sonreír con los ojos cerrados cuando oyó mis palabras. Me dio las gracias y un beso en la mejilla. Desde luego era el que menos contrariado de todos parecía, pero reaccionó con algo de nerviosismo cuando vio que tenía que subir a un Jaguar con Topor y el Sr. Preminger dentro. Quizás pensara que iba a invitarle a él sólo o que se trataba de un agresivo secuestro. Nos dirigimos a casa de Dycyfortuna.
Si duda el último de Los Punsetes fue el más entusiasmado con la idea, bajó con sus gafas modelo Eugenio a pesar de ser de noche, contoneando la cadera y moviendo las manos alrededor con cierto ritmo. A la vez gritaba con vena en cuello: “¡Oh si, nena, esta noche va a ser muy fanki, nos vamos a la Casa de Campo…chipi, chipi..!” . Pero quién decía que íbamos a la Casa de Campo, “Nos vamos a tomar unas copas, chavales, para entrar en materia”.
La pletoricidad de Dycyfortuna, que me obligó a enganchar su ipod a la radio para escuchar repetidas veces el himno del PP y varios discursos de Aznar en México, contrastaba con el silencio del resto, hasta que J. se atrevió a preguntar por qué les había hecho coger la documentación, a lo que yo respondí: “Es por si nos pilla la poli, os imaginaréis que este coche es robado”. Se rieron porque sabían perfectamente que me había tocado la Lotería y que mi sueño desde siempre había sido conducir un Jaguar y tener la posibilidad de ser generosa con mis seres queridos.
Llegamos a La Vía Láctea y esperé a que se tomaran cinco gintonics. Cuando estaban suficientemente animados cargué con ellos de nuevo hasta el coche. Como gozaban de cierta flojera y sentimentalismo y para evitar preguntas inoportunas, los amordacé uno por uno y les até los brazos alrededor del cuerpo sin notar resistencia por su parte. Tomé la M-30 dirección Norte. Cuando vieron que no íbamos a la Casa de Campo el terror invadió sus imaginaciones y empezaron a soñar y a verbalizar, a sacudir sus cuerpos, pero apenas consiguieron algo porque estaban totalmente invalidados.
Cuando empezaban a calmarse, o a asumir que iban a morir tomé la M-40 dirección Aeropuerto. No tardamos mucho en llegar allí. Aparqué enfrente de la puerta central de la Terminal 2 y les hice bajar. Los solté y calmados pero desubicados, me siguieron hasta el mostrador de Air France, destino Bangkok. Les pedí sus pasaportes y me dirigí a la señorita: “Por favor me los sienta dos y dos con ventanillas si es posible. No llevan equipaje”. Después de acompañarles al detector de metales les di sus billetes y me despedí de ellos. “Aquí os dejo. Yo no me voy de putas a Tailandia con vosotros porque no pinto nada allí. Os he oído hablar tantas veces de ese tal Houellebecq que creo que os merecéis esto. Espero que lo paséis muy bien y que descanséis”. Nos dimos un abrazo colectivo y alguno que otro lloró, pero no voy a decir aquí quién fue.
Aquel viaje, nos unió y benefició a Los Punsetes con grandes canciones como Turismo sexual y Fondo de armario. Ah, y a la creación de la figura de Anntona y su canción No tienes novia.
8 Comments:
Qué maravilla, oiga!
Magistral y maravilloso son calificativos que se quedan cortos.
Enhorabuena, joven.
¿Gente atada en coches?
Ayer por la noche ya lo tenías escrito, ¿verdad?
Strange connections!
Es mundial.
Os le digo como os le siento.
Un candoroso relato, reina. Ya hablaré con usted en privado para darle claves para una secuela.
Y no le digo qué tengo en igual dimensión que el morro...
good save the queen!
Lo puto mejor.
Querida Gata:
Pan de munición. Sigo teniendo problemas para comentar en su blog, maldición, joder!.
Soy FAN
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