Monday, October 02, 2006

Never can say goodbye by THE COMMUNARDS


Hace no mucho tiempo mis padres me amenazaron con que se iban a cambiar de casa. Últimamente todos los padres de mis amigos lo están haciendo; cuando los hijos se van y empieza a haber habitaciones libres que nunca se ocupan, buscan un apartamento o abandonan la ciudad, como mi hermano Fran, que sólo tiene cuarenta y dos años y vive en Algete. Lo malo de él, y discúlpame, hermano, es que él ni siquiera ha sentido la ingratitud de unos hijos que, en un momento determinado, se toman lo de dejar el hogar como una cuenta atrás; si llega la hora y no están fuera, pierden los nervios, se les dañan los planes, se les agria el carácter, se consideran inútiles e incapacitados, se sienten fracasados e infantiles.

Cuando los hijos se van, las relaciones con los padres se convierten en frívolas tomas de contacto, conversaciones telefónicas irónicas del tipo: “Claro mamá, ¿Cómo no os voy a echar de menos?”, queriendo decir: “¿Qué dices mamá? ¿Cómo no me he ido antes? ” y visitas de auténtico médico sobre todo para que los padres dejen de dar la brasa.

Yo soy la pequeña de ocho hermanos y he visto cómo se han ido todos, uno por uno, cómo sus habitaciones se han quedado frías y desérticas, cómo los hemos perdido de vista, cómo se han convertido en otras personas, probablemente más felices, y cómo mi madre ha llorado del disgusto porque no entendía la única razón por la que mis hermanos se marchaban: “Mamá, es que tengo que vivir mi vida”.

Lo más doloroso era cuando empezaban con las cajas para arriba y para abajo, a guardar sus cosas en silencio y pensativos. No me dejaban ayudarles a recoger, me echaban de sus cuartos porque querían estar a solas o porque quizás pensaban que yo era demasiado pequeña para irme algún día, pero mi turno también llegó. Y agradecí recoger todo yo sola. Aún así estas situaciones de pseudoabandono me desbocaban la garganta, se me ponía cara de pocker, los ojos se me entrecerraban y notaba cómo enrojecían por la rabia, pero no lloraba, porque como dice Alberto González, eso es para los niños y para los maricones. A la vez que todo eso me ocurría físicamente, de puertas para adentro, una cancioncita venía a mi mente: Never can say goodbye de los Communards, cosa que me resultaba el colmo de la ironía y me cabreaba aún más... y me pasó con cada uno de mis siete hermanos, los días previos y posteriores a su marcha no me podía sacar el temazo ése de la cabeza ni a la hora de dormir. Por eso creo que soy tan bajita, la falta de descanso debió frenar de golpe mi proceso de crecimiento. Cuando había conseguido olvidarme de eso, significaba que empezaba a llevarlo mejor, por eso venían a mi mente las conversaciones telefónicas que tenía con mi padre cuando se marchaba a la India. La mala calidad de la señal producía un eco tan descarado que en lugar de atender a la charla con él, me dedicaba a escuchar el rebote de mi voz cada vez que hablaba, me gustaba cómo sonaba y me ponía contenta, aunque mi padre fuera a tardar dos semanas más en volver a casa.

Las primeras veces, cuando las habitaciones estaban casi vacías entraba a ver los restos de la recogida masiva, de la mudanza definitiva, del hasta luego-hasta nunca de cualquiera de mis hermanos. Después decidí dejar de atormentarme y me negaba a entrar en cualquiera de ellas hasta que hubieran reconvertido esa habitación en otro espacio: el traslado de otro de mis hermanos a ese cuarto, una salita, un despacho, un taller para mí. No sé.

Yo nací en esa casa, un lugar grande de seis habitaciones, y ahora lo que me da pena es que mis padres se hayan rendido ante los planes de deserción de sus hijos. Para mí, que se vayan de ahí, es una auténtica amenaza.

4 Comments:

Anonymous Anonymous said...

Rápido, llévame a la casa de seis habitaciones de Galicia antes de que sea tarde!

8:29 AM  
Blogger Anntona said...

Aquí el que no corre vuela.
Este blog sube y sube.

10:52 AM  
Anonymous Anonymous said...

Pues, gracias...

3:58 AM  
Anonymous Anonymous said...

Tu eres gilipollas. Eres bajina y no pasa nada. Puedes prescindir (vale, sabemos de que no) de tus jodidos taconazos.

Haz lo que te salga del higo.

Pero hazlo.

5:02 PM  

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